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jueves, 7 de julio de 2011

Desafío en Gredos (cuaderno de bitácora): Capítulo II

Auschwitz y la Laguna Grande

Fue repartirnos la comida por los macutos, ponérnoslas y como se suele decir "tiramos p´al monte". ¡Cómo pesaban las condenadas!. Estaba acabando la tarde y arrancamos la marcha rumbo a la Laguna Grande. Según lo previsto se suele tardar unas 2h y 30 min, pero todo el mundo sabe que o eres un experto o siempre te pica el reloj algunos minutillos más en la línea de meta.
La cosa rápidamente se inclinaba hacia arriba sobre terreno pedregoso y un tanto incómodo para según que calzados. Íbamos bien equipados en ese aspecto. Javi se puso a marcar el ritmo. -"Jorge, tú cierra el grupo"- dijo, aunque quien lo acabó cerrando fue Ana, siempre acompañada por Cris. Entre las dos formaron un tándem perfecto, la cola del tren. Siempre al final pero nunca sueltas. Pronto vimos a Javi en la lejanía, tirando muy fuerte. Quería llegar pronto, mejor dicho,aún con luz del día.
El terreno no parecía allanar por ningún momento, siempre cuesta arriba. Lo que suavizaba era el pavimento, el caminito de cabras en el sentido más literal de las palabras. " Javi, ¿cuánto falta?", "¿queda mucho?", "¿cuándo paramos?", "me pesa mucho la mochila", "tú quieres matarnos" son expresiones que se llegaron a oír durante la travesía. La mayoría venían de la cola del tren y suerte que se marchaban colinas abajo y pocos las escuchaban. Había que concentrarse en acompasar la respiración con el paso, un dos tres, un dos tres. La mirada se fijaba en un punto a alcanzar y no se cesaba hasta llegar a él y luego hasta el siguiente lo mismo. De esta guisa llegamos a lo alto de un montón de sedimentos. Había allí una fuente. A quien se le ocurrió la idea de ponerla allí se coronó, nos dio la vida. Un par de buches a ese líquido fresquito que manaba de un grifo de forma inagotable. Un vistazo al horizonte mientras el sol se empezaba a esconder hasta mañana. Primer contacto con la ropa de abrigo, sudaderas, jerseys de lana de la primera temporada de Cuéntame, pañuelos al cuello o a la cabeza, boinas carlistas para ciertas cabezas. Y toma de la última bocanada de aire sin mochila. Después llegaba lo más sencillo, remontar la cima y comenzar el descenso a lo que se presentaba como el apacible refugio.
Cuesta abajo todo es más sencillo. Quienes al principio cerraban el grupo luego casi lo encabezaban. Javi nunca dejó esa opción. No caerá esa breva parecía decír con su paso firme, ligero y su mirada de daros prisa que se nos echa la noche encima. Fueron momentos de conversaciones cercanas, las chicas a lo suyo, Nacho y yo a lo nuestro. Así, entre un camino emparedado por arbustos con bayas y flores amarillas fuimos empujados por la naturaleza al mirador. Se veía toda la sierra. ¡Qué maravilla! y el sol poniéndose creando un paisaje de colores inverosímiles que nos impactaron a cada uno a su manera. Pero no teníamos mucho tiempo, la luna ya quería tomar el relevo al sol, a la luz, y nos hizo sacar las linternas y el lumen. Así continuamos el descenso, con mucho tiento y acierto para no equivocar la pisada. Y mientras tanto las cabras, a su ritmo, pasaban como si de una transumancia se tratase por nuestra derecha.


Nuevamente nos impacientamos y las mismas frases que al comienzo eran comentarios jocosos se tornaron en una leve crispación achacada al cansancio de todo el periplo realizado hasta el momento, más lo que traía cada uno ya de su casa. "El refugio son aquellas luces" dijo quien ya podréis imaginar. "Venga no os paréis". A medida que uno se iba acercando las luces ya se iban haciendo menos difuminatorias e iluminaban con más acierto lo que parecia un caserón situado a los pies de las montañas -como el pueblecito de Marco (este hay que pillarlo, es humor inteligente).
-"Buenas noches"- dijimos con mucho cansancio.
-"Buenas noches"- contestó parte del aforo del refugio que estaba en la entrada reposando la cenita.
Había que pedir un sitio y las llaves de las taquillas. Los bultos parecía que no iban a caber en semejantes celdillas, pero he aquí las maravillas de la ciencia que provocaron la cabida de los macutos. A continuación cenamos entre penumbras a la luz del lumen, tras la bendición previa, unos bocatitas de atún y tomate, algo de frutos secos y lo acompañamos con té, un adictivo té de limón, zumos sin azúcar, y algunos valientes se atrevieron a catar los primeros batidos.
Antes de dormir había que visitar las letrinas para asearse un pelín. Menudo sitio. Ni en los barracones de los ejércitos de los años de comienzo del siglo pasado estaan tan faltos de glamour. Pues bien, allí puedo decir que hubo cambios de lentillas, cepillados de dientes, pises y lavados de manos, mientras se trataba de aguantar el hedor. De ese recoveco del refugio salimos más fuertes. Ya nada nos podía sorprender... pero me equivoqué.
La habitación que nos tocó parecía un barracón. No somos judíos y los dueños no eran nazis a simple vista, aunque algo de hostilidad sí que noté al apagarnos las luces en el salón-comedor. No llevábamos estrellas en el pecho, nos echamos todos en esas literas. Nacho pronto se involucró en un sueño extraño. Todo parecía tranquilo, y cuando uno se acababa de dormir zas, el otro ala de la habitación entró haciendo ruidos estrambóticos. Como si no les importase molestar. "Joder qué calor" "cállate ya""mañana a las 7 arriba" "echa p´ayá que no quepo"" da la luz que no veo""tú que hay gente", y esto entre risitas pulgosas fueron quizás los cinco o diez minutos más largos de mi vida. Pasé miedo. Ahí lo dejo. Luego recuerdo que me dormí. El día siguiente nos depararía otra aventura.
Nos despertamos a ritmo de "El pedazo", sin duda, la canción del verano. Rondarían por nuestros relojes las 8 de la mañana aproximadamente cuando asomamos nuestras ingenuas cabezas al pasillo del barracón. Todo despejado. Luego se bajó a desayunar los cruasanes rellenos y los zumos y batidos dietéticos. "Me voy a comer una manzana me da a mí".
-¿Hoy qué haremos don Javier?- pregunté ingenuamente.
-Hoy subiremos el Almanzor- contestó Javi. Buscaremos un sitio para esconder las mochilas y tiraremos rumbo a ese gran pico, y luego nos daremos un bañito en la laguna esmeralda.
-Yo lo veo Javi, pero lo del Almanzor hasta que no deje la mochila grande como que no- Respondí con un poco de pereza.

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