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domingo, 2 de octubre de 2011

Al hilo de las identidades asesinas

Por Ignatius J.Reilly.

Un día, X estaba tan tranquilo en su casa disfrutando de una buena lectura (¿Qué es la Humanidad?), cuando de repente llamaron a timbrazos. X se dirigió a la puerta, abrió, y se encontró con su vecino, el del tercero. Tras un breve saludo, X invitó al vecino a que pasara al hall de la casa y el vecino le comentó el por qué de la inesperada visita. El asunto era que necesitaba una habitación, pero no dio más detalles. Dijo que en la cena volverían a hablar. X, algo incrédulo, pero demostrando su afán de buena persona, dejo que el vecino se acomodara.

A la hora de cenar, X y el vecino entablaron una conversación en la que el vecino le dio las explicaciones anunciadas. Comentó que la acumulación de cosas (objetos, etc.) en su casa, le había provocado tal reducción de espacio que no podía vivir en su propio hábitat. Por este motivo había decidido salir de ella en busca de más territorio. Además, también comentó que antes de dirigirse a su casa, había preguntado al vecino del segundo, el ruso. Pero no consiguió respuesta alguna. X le comentó que podría quedarse todo el tiempo que quisiera, y que no lo vendría nada mal, ya que podrían charlar de diversos temas y le podría ayudar en las tareas de la casa (limpiar, ¡hacer la comida!)

A la mañana siguiente, X se levantó como otro día cualquiera, se lavó la cara y se dirigió hacia la cocina para desayunar. En el camino, del cuarto de baño a la cocina, escuchó movimiento, era su vecino, que presuponía, estaba preparando un exquisito desayuno para los dos. Al llegar a la cocina, se dispuso a abrir la puerta, pero esta no se abría, parecía atascada. Llamó pero no obtuvo contestación. Aporreó la puerta, pero el vecino, parecía no escuchar o hacía caso omiso a la petición del exterior. X, decidió, antes de tirar la puerta abajo, llamar a la POLICÍA. Tras explicar la situación, la policía le comentó que su problema era absurdo y que tenía otros asuntos más importantes que resolver, que perfectamente podía desayunar en una cafetería. X, indignado, decidió entrar por la fuerza.

Al entrar, de sopetón, encontró al vecino disfrutando de ¡su exquisito desayuno!, unas tostadas, un zumito y un café con agua. X le preguntó el por qué de esa actitud, es decir, el no dejarle entrar en su COCINA, ya que él era el PROPIETARIO de su CASA. La contestación del vecino fue una risita perversa. Esa carcajada indigno aun más a X, pero este decidió dejar el asunto para más tarde, ya que primero deseaba desayunar. Al dirigirse hacia la nevera, la encontró abierta, pero su mayor sorpresa fue lo que encontró dentro, o sea, ¡nada! La nevera estaba totalmente vacía, el vecino, antes de prepararse el desayuno ya comentado (las tostadas, el zumo y el CAFÉ AMERICANO), se había zampado todo lo demás. Este hecho provocó la indignación total de X y decidió echarlo. Antes, le advirtió que podía ser por las buenas o por las malas.

El vecino no contestaba, seguía con su risita y no daba muestras de abandonar su espacio territorial. Entonces, X, lo hizo por las malas. Lo intentó echar a empujones, pero el vecino era tan grueso que le fue imposible moverlo de la cocina. Su corpulencia había aumentado durante la INVASIÓN de la cocina. Este escenario, llevo a X, a una situación extrema, a la que nunca le hubiera gustado llegar. Decidió matarlo. Primero, le pinchó en la barriga, pero tenía tanta GRASA que le fue imposible llegar a los ÓRGANOS VITALES; tras este fracaso y la reiteración del vecino a no marcharse, decidió atacarle al corazón, de esta manera acabó con el fluido vital del vecino.

Días más tarde, apareció la policía; X, comentó lo sucedido y la policía lo detuvo con el pretexto de que se había convertido en una IDENTIDAD ASESINA y debía pagar por ello. “¡si solo había defendido mi espacio vital, mis costumbres!” decía X. Como comprenderéis su enfurecimiento se hizo aún mayor, y de esta manera, no pudo responder a la cuestión que se formulaba, en el libro que leía, antes de ser interrumpido por los ensordecedores timbrazos. A día de hoy, la seguimos esperando.

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