Las teclas dejaron de estar cerca de mí, probablemente, para siempre. Se han marchadoy a cambio solo me han dejado un puñado de billetes de colores que ya tienen destino y del que indirectamente seré partícipe.
Entristecido me encuentro. Le dejé ir cabizbajo, con lágrimas en los ojos, pero con la idea de que, sin ninguna duda, estaba haciendo lo correcto. En el fondo, ya casi no lo usaba, y desde su arreglo, solo ha podido vibrar y resonar con dulzura y alegría -más alegría que dulzura- unas pocas veces.
Ahora ya no se qué será de él, quizás puede que sea tocado por otras manos, gozado por ellas. Quizás duerma durante mucho tiempo en su lecho mientras coge polvo de tanto descanso indebido. Pero eso sí, pese a mi tristeza por el abandono cometido, me fuí sabiendo que lo dejaba en las mejores manos. Me dijo a quien lo entregué que pasaría grandes horas expuesto a la vista de todo el mundo, con posiblidad de ser usado, para que no se entumeciese y siempre estuviese ágil y dispuesto a todo sonido y ritmo.
Respecto a la parte recibida a cambio, tantos colores me nublaban el pensamiento, pero más me reconfortaba pensar que esas celulosas policromadas y con diversos valores van a emprender un viaje emocionante por una de las mejores tierras del mundo, la bella Italia.
A tí, querido amigo, que sabes lo que hemos pasado juntos y lo que nos quedaba por pasar, solo decirte que aquí termina nuestro viaje, espero poder verte, econtrarte en otros lares mejores que en los que yo te podía disponer. Siempre te recordaré.
We must over the rainbow!!
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