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lunes, 27 de septiembre de 2010

MajadaOz

¿Vamos a las fiestas de Majadahonda?. No sé a ciencia cierta quien hizo esta pregunta, si Toñín o yo. El caso es que se aprobó la propuesta.
Tras pasar la tarde pensando cómo ir, conseguí sacar el coche. Fuimos en el 4 personas. Toñín, Oscar, Charly -con quien ¡por fin! he coincidido de fiesta- y el abajo firmante, que era el que conducía, el tonto que no tomó más de una por prudente.
El fin de Majadahonda era, en primer lugar, ir a ver al grupo de Heavy-Rock, Mägo de Oz. Llegamos tarde, no pudimos pasar, pero los vimos desde la barrera, como a los toros en un encierro. La culpa la tuvo el hecho de no haber encontrado sitio pronto. Finalmente aparqué de oído y tacto en una recóndita pero acogedora plaza, aunque no sé si sería más concreto decir hueco.
Charly ya venía con el corazón contento, lleno de alegría. El resto nos pusimos contentos, algunos más que otros, viendo a Mägo de Oz junto a... vamos a denominarlo rockero, con quien cantábammos, bailábamos y brindábamos.
Finalizado Mägo, paseo por las carpas, meos oportunosy a recoger a Charly junto con sus colegas. Vamos a darles nombre pseudo-ficticios: la novia de Charly, la rubia y el de la pata chunga.
La primera servía minis en la barra de una carpa. Los últimos y Charly bebían en esa barra los minis que servía la 1ª. Cuando llegamos pasó lo que tenía que pasar, nos sumamos a su "fiesta!. Minis y más minis, y claro, así acabaron luego como algunos acabaron.
Uno se daba paseos cuesta arriba y abajo. Otro se doblaba con la cara desencajada y con una corona de plástico de princesa en la cabeza ante toda muchacha que pasase a su lado y los otros se magullaban rodillas y ojetes al levantarse y caerse víctimas de la euforia que habían creado los minis- aunque lo curioso de los minis es que con ellos pillas una maxi.
Muerto el perro, se acabó la rabia y, la musíca al repetirse por enésima vez ralló, si no lo hizo antes. Y nos empujó hacia el puesto de los perritos y las salchipapas. Tras rellenar el vacío de regomello estomacal llegó la hora de marchar.
El camino al coche era digno de postal. Pota por un lado de la calle, pota por el otro lado y,sí pota por el centro no podía faltar. Hombres y mujeres sentados mientras en bancos sujetando sus cabezas-que debían caer presos de malos pensamientos o un empacho de salchipapas o qué se yo, quizás robaron la música y no se la quitaban de encima.
Lo mejor de todo fue como en Resacón en Las Vegas, las fotos del final, pues nadie recuerda claramente lo vivido aquella noche.
Hasta la próxima, que será buena, pero no mejor.

JVF

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